Murió José Caliba, el hombre más longevo de Santa Rosa

Con la muerte de José Caliba se fue uno de esos personajes icónicos de la ciudad. Fue de esas personas que recorrían los barrios y sus calles, ya con su oficio de kerosenero; pero también en su calidad de canillita repartiendo y voceando La Arena todos los días durante varias décadas.

Con él se va uno de los emblemáticos colaboradores del Club Argentino, institución ubicada a metros de su vivienda en otros tiempos. “Con su partida perdemos a gran parte de la historia de Villa Tomás Mason”, dijo alguien que fue vecino de don José.

Cabe decir que su significación va mucho más allá de esa barriada a la que tanto le dio, porque fue en realidad un personaje de la ciudad.

José Caliba –y su familia-- no sólo tenían cercanía física con el club que construyó su historia del otro lado de las vías--, sino que además fue referente porque se lo recordará siempre como el “juntador” de chicos que jugaban a la pelota y que él integraba a los equipos que usaban la camiseta verde y blanca.

Caliba y el Club Argentino.

Muchísimos chicos, hoy hombres grandes, fueron captados por Don José  para el club de sus amores. Es que vivía frente mismo al Club Argentino y no dudó cuando fue invitado por uno de sus históricos dirigentes –Juancito Roldán--, y se sumó a trabajar junto a Quino Gómez Luna, Carlitos Algañaraz, Chito Teves y, Cacho Otero, entre muchos otros.

Se hizo hizo cargo de la cuarta división, y también de los infantiles. Después muchos de esos chicos fueron figuras de nuestro fútbol, como Néstor Vicente Cejas, La Mona Díaz, Bocha Figueroa, los Andino, Lucio Pérez y tantos otros.

Eran los tiempos de los famosos bailes del Club Argentino. Y obviamente, al estar a metros de la casa de José y su esposa Maruca, los dos eran infaltables en cada reunión cuando la música empezaba a sonar.

El kerosenero.

También se lo recuerda cuando con su antiguo camioncito cisterna recorría la ciudad vendiendo kerosén. Llegaba en las gélidas mañanas invernales, estacionaba su viejo vehículo en una esquina y empezaban a formarse  largas colas de vecinos y vecinas para llevarse el combustible en damajuanas y baldes. José llegó a tener cuatro de esos camioncitos al mismo tiempo.

Trabajos rudos.

Nacido en Catamarca, llegado a La Pampa se instaló con su familia en Alpachiri, y también anduvo por General San Martín y Bernasconi haciendo de todo. Siempre trabajos rudos, y así fue mensual, arador, y llegó a vender leche en baldes al lado de la comisaría de Bernasconi.

En 1945 se instaló en el “viejo salitral” de Santa Rosa –hoy es el Parque Recreativo Don Tomás--, cuando era una blanca planicie poblada de ranchitos. Y supo con su familia de la pobreza y de carencias. Pero el hombre tenía bien acendrada la cultura del trabajo y pudo salir adelante.

En “el salitral” conoció a Maruca, que sería su esposa por más de 70 años hasta que ella falleció. Tuvieron dos hijos, cinco nietos y dos bisnietos.

Hombre de mil oficios.

Caliba se dedicó algunos años a la construcción; después trabajó en la estancia La Holanda con hacheros a cargo, para sacar leña y postes.

Años más tarde fue kerosenero, y luego empezó –andando con su bicicleta por todos lados-- a vender La Arena, actividad que desarrolló hasta bien pasados sus 90 años.

Últimamente vivía en una casita al final de la calle Sarmiento –pegado a las vías del ferrocarril--, justo frente al Megaestadio.

Falleció ayer en el Hospital Lucio Molas, donde había sido internado hace algunos días. Fue a los 108 o 109 años. En verdad nadie puede precisar muy bien cuántos tenía porque había nacido en tiempos en que los registros no eran para nada confiables.

Fue un hombre digno que hizo del trabajo y el cuidado de los suyos el centro de su existencia. Alguna vez dijo que había tomado la vida “como un buen vino… tuve mi linda familia, trabajé mucho, no le debo nada a nadie y pagué religiosamente mis impuestos…”. Así era José. Se fue en paz.