Jueves 25 de abril 2024

El adiós a un recordado empresario

Redacción 06/12/2008 - 03.28.hs

Una figura emblemática de la agroindustria pampeana dejó de existir días atrás en San Carlos de Bariloche. Siguiendo los pasos de su padre que sembrara la llanura argentina de centros de molienda, Emilio Werner (h) fue durante muchos años titular de la sociedad anónima propietaria que, aparte de otros instalados en las provincias de San Luis y Santa Fe, contó con dos molinos harineros en La Pampa que funcionaron en Santa Rosa y Realicó. En esos centros fabriles, se centraba cada día una dinámica actividad económica y ya formaba parte del paisaje urbano la visión de centenares de personas y rodados que concurrían allí para cumplir tareas administrativas, fabriles, técnicas o de transporte, convocadas todas por el sonar de una muy puntual sirena que, según la imaginación popular, había pertenecido al célebre Graf Spee, el acorazado alemán volado en 1940 frente a la costa montevideana.
La empresa Molinos Werner llegó a acreditar tanto prestigio comercial en La Pampa que era receptora (mucho más que los bancos) de los ahorros populares de muy diverso monto. En los ominosos años 70. cuando el país comenzó a dar claramente señales de quiebra, la aguda crisis también afectó a Molinos Werner, que entró en cesación de pagos y años después desaparecía pese a los esfuerzos por reactivarla. El silencio de la vieja sirena al amanecer y a mediodía, fue la señal màs clara de que su sonar había entrado en un irreversible pasado.
Además de su quehacer empresario, durante su residencia aquí el extinto se vinculó a varias instituciones, Rotary Club y Automóvil Club Argentino entre otras y se lo contó entre los primeros visionarios que bregaron por la recuperación pampeana de sus ríos. En esta capital, le sobreviven su hija Estela, su hijo político Juan Pedro Torroba y sus nietas.

 


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