Martes 16 de abril 2024

Haneen, cuando la distancia sí importa

Redacción 07/01/2018 - 18.40.hs

Venía para ir a un pueblito pequeño y llevar una vida muy tranquila. En el aeropuerto de Ezeiza había fotógrafos, cámaras de tevé y periodistas que la asediaban: "No sabía qué pasaba", se sorprendió.
MARIO VEGA - Más de 12 mil kilómetros de distancia la separan de su Latakia natal, localidad costera de Siria. Llegó el 12 de julio de 2016, y se fue a vivir a Parera (localidad de 2.500 habitantes), a 250 kilómetros de Santa Rosa. Directamente desde el aeropuerto de Ezeiza.
Haneen Nasser (25) es la joven que hace un año y cinco meses llegó al Aeropuerto Internacional de Buenos Aires, y que asistió trémula, tal vez un poco confundida, sin poder entender muy bien que estaba pasando, el por qué de ese recibimiento que le estaban haciendo. No hablaba castellano y solamente María Belén, la profesora que vive en Parera -y la había contactado e invitado a venir a la Argentina- podía comunicarse con ella en inglés.
Era la primera refugiada que iba a residir en la provincia de La Pampa -más precisamente en Parera- en el marco del Programa Especial de Visado Humanitario para Extranjeros Afectados por el Conflicto de la República Árabe Siria, y su arribo había sido suficientemente publicitado como para generar una expectativa que, seguramente, ella no se esperaba.

 

Vivir lejos de su tierra.

 

Quedó dicho, Haneen tiene nada más que 25 años, y uno que es de "tierra adentro" -y cabe admitirlo, chapado a la antigua (término viejo si los hay)- por allí no tiene muy en claro la idiosincrasia de los jóvenes de estos tiempos. Aunque tengo hijas que tienen, más o menos, la edad de la muchachita siria... tal vez debiera entenderlo mejor, pero lo cierto es que no puedo.
No puedo imaginar a mis Marías (las Vega) -son tres- lejos de sus padres, de su familia, de sus amigos... de esta Santa Rosa que uno tanto quiere.
Entonces, ponerse en la situación de Haneen, a miles de kilómetros de su casa paterna, no resulta fácil, aunque quizás valga la pena intentarlo.
Hoy la muchachita siria ya no vive en Parera. Desde hace un año se instaló en Santa Rosa, y todavía espera un empleo fijo que le permita ganarse la vida como Dios manda... Trabaja los fines de semana en "Cine Club" -dudo que sea lo que más le gusta-, y tiene algunos alumnos de idiomas, a los que les enseña árabe. También realizó un trabajo de fotografías en una fiesta, donde por supuesto le pagaron por su tarea y, dice, le gustó.

 

Desde Latakia a La Pampa.

 

Haneen en algún momento, en Latakia, empezó a pensar en la posibilidad de dejar el país, porque las cosas se estaban complicando demasiado, aunque la guerra no se mostraba todavía con toda su crudeza en la ciudad. "Es más o menos como Santa Rosa... tranquila, de alrededor de 1 millón de habitantes", me dice (la capital pampeana apenas supera los 120 mil). "Es una ciudad portuaria, y vive mucha gente en poco espacio", precisa Claudio Asad, que oficia de anfitrión en una linda casa quinta que ocupan en la calle Cardenal Amarillo, a cinco cuadras de Avenida Perón...
Allí, en medio del verde césped, al lado de la pileta, bajo la sombra de un caldén, mate circulando de mano en mano, la charla con Haneen y sus "tíos" (para nosotros los suegros, pero en su pueblo sirio no le dicen así a los padres de los novios/as), sólo interrumpida por los ladridos del perrito negro que, atado con una cadena, se molesta con la presencia de intrusos. La orden de Haneen no alcanza para silenciarlo, hasta que el animalito, solo, se calma. "No me gusta la palabra suegro: Claudio, o 'tío'. Vos también, para mí, sos 'tío', no importa que no seas familiar. Es por respeto...", me aclara.

 

"Familia llamante".

 

Cómo se contactó la joven con nuestro país, y sobre todo con nuestra provincia, es más o menos conocido. María Belén Nazer, que vive en Parera. empezó a rastrear a posibles familiares que estuvieran residiendo cerca del foco del conflicto, que en ese momento nos llegaba casi en vivo y en directo por la televisión. Y creyó descubrir parientes en esos Nasser con que se encontró vía internet -facebook y skype- en la lejana Latakia.
Se ofreció como "familia llamante", -por medio del programa especial de ayuda humanitaria-, y se contactó con Haneen que en realidad pensaba en trasladarse a algún otro país, pero que no tenía para nada entre sus planes a Argentina.
La joven siria lo cuenta en un castellano bastante fluido, pero que de todos modos tiene vestigios -y posibles dudas- sobre el significado de algunas palabras, aunque cuenta con la cercana asistencia de Claudio y de su "tía" Lina Ahmad Hassan ("yo soy de Líbano, donde conviví con la guerra desde que nací", cuenta la esposa de Asad).

 

La familia en Siria.
Sobre su familia que permanece en su país -a los que contacta por skype o whatsapp-, Haneen cuenta que sus padres son jóvenes. "Papá se llama Basam y tiene 57 años, mi madre Firial 53; y mis hermanos son Lilian (23) y Tareq (20). Cuando Belén me invitó lo hablé con mis padres que no querían... mis hermanos sí, hasta que me decidí a venir", cuenta.
No fue fácil la salida de Siria, "porque fueron ocho meses de papeles y trámites... allá son muy difíciles... antes solo había viajado de paseo a Turquía y Líbano"., rememora.
¿Por qué no fue fácil? Porque generalmente los que se van lo hacen sin pedir permiso, podría decirse clandestinamente, y casi llamaba la atención que una jovencita hiciera las gestiones para viajar "por derecha". Fueron varios meses de idas y vueltas, hasta que la Cancillería argentina destrabó el trámite y le otorgaron la visa, que próximamente tendrá que renovar.

 

Entre fotos y tevé.
En Ezeiza la fue a recibir "una delegación de la Asociación Árabe, donde estuvieron la presidenta Zulma Bedis, mi hermano Omar que era el vicepresidente, mi hijo mayor Hamudy (Sebastián Mohamed), que es abogado y trabaja en la Ciudad Judicial, que creo fue manejando el auto", es Claudio el que relata el momento de la llegada.
Tres días después la Asociación le iba a hacer un agasajo de bienvenida -"yo hice el asado", recuerda Claudio Asad-, y conocería a quien iba a actuar de traductor: Besim Emiliano. "Besim es profesor de inglés", y eso favoreció la comunicación...y dió paso a algo más: "Al principio, por un tiempo, fuimos amigos...", dice Haneen sobre el joven que hoy es su novio.
Claudio Asad -también un personaje a su manera- define a Haneen: "Es preciosa... y tiene carácter. Si no lo tuviera no se hubiese ido de su casa al otro lado del mundo: es muy respetuosa, y se hace respetar; se sabe defender, pone límites, y es muy educada", la pondera. "Lo bueno es que además es muy colaboradora en la casa, y nos llevamos todos muy bien... andamos siempre juntos, casi como un clan", completa.

 

Profesora de inglés, y fotógrafa.
Al principio, ya instalada en Parera, la muchacha empezó por conocer nuestras costumbres, y se daba cuenta que al principio era observada con cierta curiosidad por sus vecinos. Sacaba fotos -una de sus grandes pasiones-, y en tanto esperaba que alguien le ofreciera trabajo. En su Siria natal era profesora de inglés "de chiquitos de jardín", y además despuntaba su gusto por la fotografía.
Estando en Parera le ofrecieron su primer trabajo, pero casi sería una desilusión. Ella no lo dice, pero se conoce que la contrataron durante quince días -iba diariamente- en Realicó para dar clases de conversación: le dieron $350. Una miseria con la que ni siquiera pagó los gastos de traslado.
Un poco mejor le fue en Ingeniero Luiggi, donde en un Instituto también dio clases de inglés. Pero eso no le era suficiente a la muchachita siria... "Ella es muy urbana, le gustan los lugares donde hay mucha gente, como sucede en su tierra", es Claudio el que la ayuda, y así no era extraño que un día prefiriera venirse a Santa Rosa, que no será Latakia pero, está claro, es bastante más grande que Parera...

 

La vida en Santa Rosa.

 

Al tiempo de estar en La Pampa su inquietud llevó a que la Asociación Árabe de La Pampa decidiera ayudarla a que se pudiera radicar en Santa Rosa. El primer tiempo se consiguió una pensión en la calle Perú, pero ahora vive con sus "tíos" en la esquina de Colombia y Chile, "una casa grande... ahí me gusta más que aquí", confiesa Haneen refiriendo a la quinta donde establecimos la charla.
¿Qué te gusta hacer?, le pregunto. "No me gusta mucho salir... a veces con Besim decimos: 'mañana vamos a salir, ¡ay!, ¡qué lindo!'. Y llega mañana (sic) y no salimos. Preferimos quedarnos a ver una película y comer pochoclos", dice la joven. "La verdad es que nos gusta estar en familia, funcionamos casi como un clan", insiste Claudio.
¿Música? No le gusta el reggaeton, ni la cumbia... Pero tiene un amplio gusto en la materia: "Me hizo escuchar música persa e india...", dice el "tío". Y agrega Hannen: "También me gustan 'Los fabolos' (sic) pero no están más (y mira a Claudio pidiendo auxilio)"... "Sí, le gustan 'Los fabulosos Cádillac', y también 'La Bersuit', un poco de todo", agrega Asad.

 

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Hanef Hasim, siria, para la nota del personaje de Mario Vega.[/caption]

 

"Puedo hacer más cosas".
"¿Sí estoy contenta con lo que hago? No, no estoy contenta: quiero ser jefe", afirma, sonríe y de inmediato corrige: "No, chiste", aclara en ese español que podría decirse ya habla bien, aunque por allí pudiera faltarle algún adverbio que otro. "Pero puedo hacer más cosas... soy nueva acá", indica Haneen con cierta autosuficiencia mientras dialoga en árabe con Lina para aclarar algún concepto.
La "tía" relata que a Haneen "le gusta cocinar, batenyen (puré de berenjena) humus (puré de garbanzo), y tabule (una ensalada con trigo burgol) son lo que mejor le sale, pero además se anima con algún bife de cebollas cada tanto". ¿El asado? La invitaron a tantos desde su llegada que casi podría decirse que se cansó un poquito.
El mate sigue de mano en mano, y Haneen menciona que "por supuesto" se toma en Siria, que resulta el mayor importador de yerba desde nuestro país. Me da la impresión que allá se toma de una manera distinta (¿o no?), y que no se hace en ruedas como nosotros. Lo que sí se comparte de persona en persona es el Narguile, la típica pipa que es un dispositivo que se emplea para fumar tabaco de distintos sabores, filtrado por agua, y que obviamente los Asad utilizan de tanto en tanto.

 

Los amigos.
A miles de kilómetros de distancia, naturalmente no se puede dejar de mirar atrás y evocar lo que quedó del otro lado del mundo. Haneen extraña a su familia, a sus hermanos, de quienes alguna vez pensó que podrían venirse cuando finalicen sus estudios... y a sus amigos. "Tenemos un grupo de cinco amigos que andan por todos lados: algunos en Austria, otros en Alemania... y uno, Jaiam, que es ingeniero de barcos y pronto vendrá a trabajar a San Lorenzo (cercano a Rosario). Es como mi hermano, y me va a gustar verlo", confiesa.
"¿Si alguna vez pensé en regresar a mi tierra? Sí, pero ahora no tanto... pero igual quiero ver a mis amigos, eso sí", señala.
La jovencita indica que su pretensión es encontrar "un trabajo estable, de ocho horas todos los días, y tener obra social". Y se disgusta un poco cuando recuerda que le han puesto algún reparo por el idioma, aunque hay que decir que su castellano es bastante correcto -apenas un poquito enrevesado-, y se le entiende frase a frase sin ningún problema.

 

El sentido de la distancia.
Aunque en Siria las fiestas no tienen el mismo significado que para nosotros, el fin de año es igual en todo el mundo, e innegablemente habrá sido un momento sentido para ella remontar su mente a su tierra, y sus afectos: "A nadie le gusta dejar a su familia e irse a otro país", admite Haneen.
Alguien puede entender -tal vez con cierta liviandad- que la distancia no significa nada... pero hay que tener 25 años y estar en el otro lado del mundo, lejos de la familia, de los seres y las cosas queridas... Y entonces se podrá caer en la cuenta que la distancia sí importa... Aunque como sedativo se tenga la posibilidad de descubrir el cariño de otra gente como la que pudo encontrar Haneen. Pero vaya si la distancia debe importar...

 

Un "tío" que vivió en Líbano
Claudio Asad es un santarroseño sumamente conocido. Una persona que hizo muchas cosas, pero que muchos deben conocer porque fue el primero que empezó a vender empanadas árabes en un local ubicado en Barrio Fitte.
Un día se le ocurrió conocer el Líbano, tierra de sus ancestros, y decidió que se iría a vivir allí. Vendió un auto Opel que tenía, también un terreno en la calle Chile, y partió para aquellos lares. Era 1986, y estuvo afincado luego varios años. Claudio regresaría casado con una joven libanesa -Lina- con la que tienen tres hijos: Hamudy (Sebastián Mohamed), Besim Emiliano y Mirvat Agustina ("Colo").
"Fui a conocer Líbano y me gustó tanto que me quedé varios años... y allí la conocí a ella", señala a su esposa. "Me acuerdo que antes de irme vendí el Opel que tenía en 3.000 dólares, y cuando llegué allá me compré un Mercedes Benz en 900... así que fijáte la diferencia", sonríe.
Claudio -ante el gesto de sobresalto de Haneen cuando le digo "turco"-, con calma pasa a explicar, y cuenta: "A todos nos dicen 'turco', así seamos de Siria o Líbano...", comienza. Y agrega: "Lo que pasa es que el Imperio Otomano dominó por más de 300 años Siria y el Líbano, y la capital era Damasco, que queda en Siria. Eso fue hasta el '39, cuando comenzó la segunda guerra mundial -puntualiza-, pero quedó que nos llamaran así a todos los de esa zona, porque para salir de nuestros países teníamos que hacerlo con el pasaporte turco. Aunque fuéramos sirios, o libaneses. Pero no somos turcos", aclara por si hiciera falta.

 

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