Lunes 29 de abril 2024

El corte por lo más delgado

Redacción 08/04/2024 - 17.29.hs

Ya no luce aquel físico imponente, ni muestra esa estampa llena de bravura que lo distinguía entre los policías de su época. Ahora sentado en una vieja silla de ruedas, revisando antiguos papeles que tienen que ver con su vida en tiempos en que vestía el uniforme, y apenas con una radio que lo acompaña de a ratos, Juan Ramón López –”El Correntino” para muchos que fueron sus compañeros en la fuerza- aparece postrado, sin posibilidades de movilizarse sin ayuda.

 

Vive en una piecita humilde que le alquilan en el pasaje Filiberto, casi Alvear, en General Acha. En un rincón la cocina que apenas utiliza, porque desde la Municipalidad le alcanzan una vianda cada día –menos los fines de semana-, y en el otro un camastro donde pasa las noches. Tal vez recordando sus épocas gloriosas de oficial de Policía de la Provincia.

 

En estos días se cumplen 35 años de un episodio que marcaría para siempre la suerte de este policía incorruptible, rígido en el cumplimiento de la ley y los reglamentos, aunque para eso tuviera que jugarse su propio pellejo.

 

“Y sigo igual... tengo mis convicciones y no las cambio por nada del mundo. Yo soy así, en todo caso que me juzgue la gente que me conoció. ¿Qué creés que dirían de mí?”, mira de frente y espera la respuesta. Es un hombre que –aunque pretenda disimularlo- no la pasa nada bien, pero conserva intacto su orgullo para responderse: “Todos saben que soy un hombre derecho”.

 

 

A los tiros.

 

¿Qué pasó aquella tarde de abril de 1989? El oficial, entonces a cargo de la comisaría de La Reforma, disparó contra las ruedas de un camión y detuvo de esa manera tres carretones que trasladaban casillas a Neuquén. “Pasaba que hacía un tiempo se sabía de camiones que transitaban por rutas de La Pampa y que cuando querían ser detenidos en puestos camineros de la provincia pasaban de largo. Amagaban como que iban a parar y seguían de atropellada dejando a los policías parados. Eran infracciones de tránsito que se prefería ignorar... y eso no estaba bien", reflexiona ahora “El Correntino”.

 

“Aquel día, entre las 4 y las 5 y media de la tarde, estábamos tomando mates con el agente Elpidio Abel Cuello -precisa nombre y apellido-, pegados a la radio policial y por ahí escuchamos que venían tres carretones a los que no pudieron parar en los controles. Habían pasado Padre Buodo, y lo mismo iban a hacer en Chacharramendi”, recordó.

 

 

“Acá paran. Sí o sí”.

 

El oficial López tenía en claro que si los camioneros llegaban a intentar lo mismo en La Reforma no lo iba a permitir: “Tomamos el último mate y le dije a Cuello: ‘Acá van a parar!’. Eran tres carretones que llevaban casillas prefabricadas a Rincón de los Sauces (Neuquén). Tenían 17 metros de largo y 2.50 de ancho, pero la carga superaba en dos metros el ancho de los camiones, con lo que resultaban un peligro para otros que circularan por las rutas”, precisó.

 

Y siguió: “Le dije a Cuello que me cubriera. Cuando los vi venir me paré en medio de la ruta, les hice señas que frenaran, con una mano en la cartuchera donde tenía la 9 mm y bueno, el primero parecía que iba a parar pero de pronto siguió su marcha sin hacer caso a la orden”.

 

¿Y entonces? “Saqué la pistola y le disparé a una goma, el camión se quedó recostado sobre la banquina izquierda y los otros dos se pararon en seco. Le dije al camionero que no se moviera de ahí y bueno; vino todo lo demás”, sonríe como si estuviera viendo aquella escena. “Después les ordené que llevaran los camiones a la comisaría”.

 

La pregunta que cabe es, si eran transportistas en regla por qué no se detenían en los puestos policiales… “Y bueno, por qué... Pero ahí en La Reforma pararon”, completa. Si estaban con todo en condiciones hubiera bastado exhibir los papeles para continuar la marcha. Pero no lo hacían.

 

Por lo más delgado.

 

La cuestión causó gran repercusión. Basta sólo imaginar que sucedería hoy con la inmediatez de las comunicaciones, con los celulares usados para filmar. Habría sido una noticia que hubiera recorrido todos los canales y medios del país.

 

Naturalmente hubo preocupación de las autoridades provinciales (gobierno de Néstor Ahuad), y por supuesto de los jefes policiales. Se trataba de una empresa importante que desde Cañuelas transportaba casillas prefabricadas para un obrador en Rincón de los Sauces, y un simple policía se había interpuesto con una acción por lo menos temeraria.

 

La empresa Parenti Mai SA cuestionó lo actuado y se movilizó el andamiaje policial y del gobierno provincial para dar un corte al tema. Pasaba que por lo menos otros cinco carretones -además de los detenidos en ese momento en La Reforma- debían aún atravesar nuestra provincia y un “oficialito” no lo estaba permitiendo.

 

La cuestión es que el que quedó en el ojo de la tormenta fue el propio oficial López, quien no dudó en refugiarse dentro de la comisaría para resistir la medida que ordenaba liberar a los infractores. Fueron tres días de tensión en los que “El Correntino” no cedía en su acuartelamiento… y no era cuestión de ir y meterlo preso así como así, porque López era un hombre bravo y que se bancaba lo que viniera. Y además manejaba armas mejor que casi todos los oficiales de su tiempo.

 

 

Dado de baja.

 

Cansado, con el cuerpo descubierto, con las cartucheras cruzadas en el pecho estilo “Rambo”, finalmente el comisario Edilio Zabala logró convencerlo y Juan Manuel López depuso su actitud.

 

Después vendría lo que todos pueden imaginar. “Cobardemente me dieron la baja, me pusieron 29 puntos en la calificación. Uno menos que los 30 que se necesitaban para seguir siendo policía”.

 

“El Correntino” López recibió adhesiones de la comunidad, de colegas, de ciudadanos comunes que veían en él un policía ejemplar. Pero como pasa siempre, el hilo se corta por lo más delgado.

 

Después hizo muchas cosas, se quedó en General Acha donde se casó –su esposa falleció hace algún tiempo-, y subsiste con una pequeña pensión que apenas si le alcanza para pagar el alquiler.

 

Aquel oficial de la Policía Provincial de físico imponente y de convicciones inalterables se las arregla hoy como puede. De vez en cuando algún amigo, algún camarada de armas de su tiempo, lo visita y se entretienen recordando aquellas antiguas aventuras.Han pasado 35 años de aquel suceso. Y queda una confirmación: sí, siempre el hilo se corta por lo más delgado.

 

 

Los 18 corderos.

 

El equipo de Cipolletti regresaba a su ciudad rionegrina después de un partido por la Primera B Nacional B de fútbol. Lo acompañaba parte de la hinchada en dos micros contratados de Alto Valle, donde iban algunos muchachos un poco revoltosos.

 

Advertido de irregularidades, en La Reforma intervino el oficial López. Dio la orden y como el primer micro no se detuvo disparó a una rueda. Cuando se bajó el “capo” de la hinchada se encontró con “El Correntino”… y cobró feo el barra. Cuando otros hinchas amagaban bajarse el gesto del policía los contuvo. Puso su mano en la cartuchera y advirtió: “Si se bajan me voy a defender, así que tranquilos”. Nadie se atrevió.

 

La requisa descubrió que 18 corderos robados de un campo cerca de Parque Luro iban en las bodegas de los micros. Fue 15 días antes del incidente con los carretones. López empezaba a hacerse conocido. Y al final así le fue…

 

(M.V.)

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?